Ingredientes
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1 malla de mejillonesa ser posible gorditos
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1/2 vaso de Albariño o Ribeiro
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1/2 limónOpcional
Introducción
¡Ay, qué buenos los mejillones! Yo los he tomado buenísimos en muchos lugares, la verdad, son uno de los mariscos más agradecidos y con un precio más ajustado, así que podemos darnos un homenaje un día cualquiera sin tener que estar mirando el bolsillo.
También son muy versátiles y admiten muchas preparaciones diferentes, pero hoy os vamos a dar la clave para la receta más básica, la de siempre, la fundamental, la de tooooooda la vida. No puede ser más sencilla, pero es el truco para que los mejillones estén tiernos (no chiclosos) y tengan todo el sabor.
Venga, vamos a cuidarnos bien, ¡hoy tocan mejillones!
Preparación:
Lo primero que debemos hacer es limpiar los mejillones. Normalmente yo los dejo estar en un cuenco grande con agua con sal durante un rato (si puedo, un par de horas) y le quito las barbas con un cuchillo, para que luego no me resulten incómodas al comer los mejillones (a veces, simplemente tirando, ya salen).
Ahora colocamos los mejillones en una cazuela de base ancha a fuego fuerte (sí, sin nada más). Al cabo de unos segundos comenzará a salir vapor y algunos mejillones empezarán a abrirse. En este punto añadimos el medio vaso de vino blanco y removemos un poco para que el calor llegue a todos los mejillones. En 2-3 minutos tendremos ya los mejillones abiertos y hervidos en su punto. No los dejéis mucho más, porque se ponen correosos. Las piezas que no se hayan abierto tras este tiempo, es que no están buenas, desechadlas.
Ya solo tenemos que ponerlos en una fuente, y si nos gusta, regarlos por encima con un chorrito de zumo de limón… A la mesa, y a gozar 😉
Por cierto, hay un poco de dilema entre los mejillones pequeños y los grandes. Los pequeños, los de roca, son muy sabrosos, pero dan un poco de pereza para tomarlos al vapor. Yo los suelo elegir para guisos, pero para el vapor, compro los más hermosos que encuentro, que suelen ser de batea… buenísimos igualmente :).